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Así podemos prepararnos para evitar «desastres» como el de Valencia

Manglares contra huracanes, árboles contra el fuego…

No es política o creencia, está científicamente comprobado y por desgracia la realidad no deja de confirmarlo: el cambio climático está intensificando terribles desastres naturales como inundaciones, huracanes, incendios y sequías, haciéndolos cada vez más frecuentes y devastadores. Una verdad incómoda que nos plantea un monumental reto de prevención: ¿Estamos preparados para futuras calamidades? Pero al mismo tiempo, nos plantea una monumental incógnita: ¿Cómo debemos restaurar los territorios afectados para evitar o al menos mitigar el impacto de nuevas catástrofes ambientales?

Los expertos coinciden en proponer la misma receta. Si la naturaleza es el problema, la naturaleza es la única solución posible. Porque contra ella el ser humano nada puede. No existe tecnología capaz de detener una inundación tan brutal como la que ha asolado este otoño a Valencia, pero sí es posible mitigar su impacto si utilizamos para defendernos la misma arma que nos ataca. Porque solo las soluciones basadas en la naturaleza (SbN) son una respuesta lógica, innovadora y adaptable que ofrece protección, resiliencia y sostenibilidad a las comunidades humanas. Ahora y en el futuro.

La naturaleza es experta en adaptarse a los cambios y recuperarse rápidamente al trauma de eventos catastróficos. Imitar estos procesos naturales ofrece soluciones sostenibles, duraderas y más económicas a largo plazo. Solo tiene un problema: sus tiempos pausados no son los frenéticos nuestros. Pero incluso recuperando esa calma de la naturaleza también saldríamos ganando.

En este artículo exploramos ejemplos inspiradores por todo el mundo que están liderando el camino en la reconstrucción ecológica frente a los desafíos impuestos por el cambio climático. Con ellos están logrando no solo recuperarse, sino hacerlo de manera más resiliente y en armonía con el medio ambiente.

¿Por qué las soluciones basadas en la naturaleza son esenciales frente al cambio climático?

El cambio climático altera los patrones del clima, provoca el aumento del nivel del mar, dispara la intensidad y frecuencia de los fenómenos catastróficos, nos empobrece, entristece y afecta la biodiversidad. Frente a estos cambios, las SbN ofrecen varias ventajas.

  1. Flexibilidad: Los ecosistemas naturales evolucionan constantemente, haciéndolos intrínsecamente adaptables. Si ellos pueden, nosotros también podemos.
  2. Mitigación y adaptación: Reducen los riesgos asociados a los desastres naturales y, a la vez, capturan carbono para ayudar a mitigar el cambio climático.
  3. Beneficios sociales y económicos: Restauran medios de vida, reactivan las economías rurales, fomentan la biodiversidad y fortalecen el sentido de comunidad, de pertenencia a un paisaje bello más allá de la frialdad del hormigonado mundo urbano.

¿Cómo adaptar las soluciones basadas en la naturaleza a los desastres climáticos?

Barreras naturales para enfrentarse al aumento del nivel del mar

El aumento del nivel oceánico y las tormentas más intensas son una amenaza directa para las comunidades costeras. Restaurar y proteger ecosistemas litorales como marismas, albuferas, manglares, arrecifes de coral y dunas resulta esencial.

El proyecto «Building with Nature» (construyendo la naturaleza) promueve en los Países Bajos la construcción de dunas y humedales artificiales como infraestructuras para proteger a las costas frente a las inundaciones. Este enfoque no solo es más sostenible que los diques tradicionales, sino que también crea nuevos hábitats para la fauna autóctona, como los gansos y otras aves acuáticas.

En este contexto, el proyecto Zandomotor (motor de arena) ha consistido en levantar una gran península artificial a lo largo de dos kilómetros de costa que ayuda al mantenimiento del litoral de una forma natural. En lugar de luchar año tras año contra el avance del mar, moviendo miles de toneladas de arena que cada invierno desaparecían, se ha buscado el apoyo de las corrientes y las mareas para fortalecer la costa a largo plazo, formando un área natural y recreativa dinámica, en permanente movimiento.

En regiones vulnerables a los huracanes, como las costas de Filipinas o la península de Yucatán en México, los manglares están demostrando ser un aliado clave en la protección costera. Estas formaciones vegetales no solo reducen la fuerza de las marejadas ciclónicas, sino que también ayudan a capturar carbono, restaurar la biodiversidad y ofrecer medios de vida sostenibles a las comunidades al mejorar la producción pesquera.

Un ejemplo notable ocurrió en Filipinas tras el tifón Haiyan en 2013. Las comunidades trabajaron en la reforestación de manglares para reconstruir sus costas. Hoy, esos bosques flotantes no solo son una excelente barrera natural contra futuros desastres, sino que también han revitalizado la pesca local.

Ciudades verdes para mitigar olas de calor y tormentas intensas

El cambio climático aumenta las temperaturas urbanas y la frecuencia de lluvias torrenciales. Frente a ello, las ciudades han comenzado a promover más espacios verdes, techos vegetales y árboles urbanos que al actuar como refugios climáticos absorben el calor pero, al mismo tiempo, también ayudan a gestionar los problemas del agua de lluvia torrencial.

Copenhague, la capital de Dinamarca, ha transformado plazas públicas en «plazas azules», diseñadas para convertirse en depósitos de agua temporales durante los episodios de lluvias intensas. Se lamina así la velocidad destructiva del agua de escorrentía, reduciendo inundaciones en las calles mientras al mismo tiempo se embellece la ciudad.

Algo parecido promueve la pequeña ciudad francesa de Antibes, en la Costa Azul. En octubre de 2015, unas graves inundaciones provocaron varios muertos e inmensos daños económicos. Ahora han comenzado a derribar varias viviendas en una zona inundable para crear en ella un bosque urbano de 1,5 hectáreas que ayude a minimizar el impacto de futuras riadas.

Más hormigonados pero igualmente efectivos son los tanques de tormentas. Cuando llueve de forma torrencial y la red de alcantarillado no puede con toda esa agua, los excedentes de caudal se derivan a estanques subterráneos, donde se almacenan hasta que pasa la tormenta y se pueden dirigir a las depuradoras. Madrid tiene 38 de estos tanques, con una capacidad total de almacenamiento de 1.410.100 m3 . Entre ellos, destacan los estanques de tormentas de Arroyofresno y Butarque, de los más grandes de Europa. En Valencia solo existe uno, inaugurado este verano, aunque está prevista la construcción de siete más.

Restauración de suelos para afrontar la desertificación

El aumento de temperaturas y la reducción de precipitaciones está degradando los suelos en muchas regiones, amenazando la seguridad alimentaria y aumentando el riesgo de inundaciones. Restaurar suelos mediante la reforestación y prácticas agrícolas regenerativas resulta clave.

En África, el proyecto Gran Muralla Verde busca combatir la desertificación del Sahel mediante la plantación de árboles autóctonos y la recuperación de tierras agrícolas. Cuenta con el apoyo directo de la ONU, quien la define como “una muralla de bosques y tierras restauradas que se extenderá a lo largo de más de 8.000 km por todo el continente”. Y no es tan solo una idea genial. Se ha convertido en una realidad incluso mejor de lo previsto.

Ha pasado de ser un mero muro de árboles a mejorar la vida de millones de personas, creando un mosaico de paisajes verdes y productivos a lo largo de 11 países. Hasta ahora, se han restaurado casi 18 millones de hectáreas de tierras degradadas, pero es tan solo el principio de lo que se considera una auténtica revolución verde en una de las zonas más áridas del planeta.

En España tenemos otro caso de restauración natural “de libro”. Es la reforestación que a partir de 1889 emprendió el ingeniero civil Ricardo Codorniu en Sierra Espuña (Murcia). Para luchar contra las terribles inundaciones que periódicamente provocaban las avenidas torrenciales del río Segura, logró transformar un desierto de 5.000 hectáreas en espeso bosque que ahora mismo retiene con eficacia suelos y controla la virulencia de las avenidas.

Es el modelo que se propone para Valencia. En lugar de centrar los esfuerzos en las zonas inundables de la parte baja de las cuencas, se hace necesario intervenir en las partes altas o “inundadoras” de la cuenca alta, donde se recoge la mayor cantidad de lluvia y se generan imparables caudales torrenciales. Porque transformar las sierras valencianas en apretados bosques salva vidas.

Recuperarse de los incendios con especies adaptadas

Los incendios forestales son cada vez más frecuentes y severos. El cambio climático, unido al abandono de los bosques, ha facilitado una nueva tipología de grandes incendios forestales. Son los llamados incendios de sexta generación o megaincendios, capaces de convertirse en siniestros extremos, imposibles de apagar.

Las soluciones que ya han empezado a implementarse en muchos sitios pasan por la sustitución de especies exóticas de crecimiento rápido por árboles autóctonos más biodiversos, con muchas especies diferentes, adaptadas al territorio y naturalmente resistentes al fuego. También incluye la restauración de corredores ecológicos que faciliten la regeneración natural. Y apoyar la presencia de animales “planta bosques” como las populares urracas, a quienes un reciente estudio científico señala que con su costumbre de enterrar semillas para comérselas más adelante pueden plantar hasta 200 encinas por hectárea y año.

Más árboles para luchar contra el fuego

España, con su vasta experiencia en la lucha contra los incendios forestales, ha implementado ambiciosos programas de restauración ecológica que priorizan la plantación de especies autóctonas adaptadas al clima mediterráneo. Árboles como las encinas, los robles o los alcornoques, son más resistentes a futuros fuegos y se adaptan mejor a los escenarios de estrés hídrico.

En Australia, tras los incendios de 2020, se ha experimentado con «bombas de semillas», pequeños dispositivos biodegradables que dispersan semillas de plantas autóctonas en áreas inaccesibles, promoviendo así la regeneración natural de los ecosistemas dañados.

Un caso de éxito español es la iniciativa de Land Life Company en España, una empresa especializada en la reforestación de tierras degradadas gracias a la aplicación sobre el terreno de la llamada «reforestación inteligente». Este nuevo modelo incluye el estudio y seguimiento a través de satélites y drones, plantación automatizada mediante GPS y el método Cocoon de donuts biodegradables, una moderna técnica desarrollada para cuidar a cada arbolito durante su crítico primer año de vida.

Hacia un futuro más resiliente y verde

Las soluciones basadas en la naturaleza son herramientas muy poderosas para poder adaptarnos al cambio climático de manera sostenible. Copiar a la naturaleza no significa solo restaurar lo que se perdió, sino hacerlo de manera inteligente. Al integrar estas estrategias en políticas y prácticas, permiten avanzar en la construcción de territorios más seguros y resilientes que, al estar armonizados con el entorno natural, también son más hermosos.

No solo es nuestra inspiración, sino también nuestra mayor aliada. Porque al igual que ella lo lleva haciendo desde hace miles de millones de años, también nosotros podemos (y debemos) adaptarnos a los nuevos desafíos del mañana que, para nuestra sorpresa, ya han llegado hoy.

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